Y estamos en los peores días. Esos en los que lo ves tan cercano que te agobias, pensando en las mil cosas que quieres mejorar, pero que no podrás hacer por falta de tiempo, a la vez que deseas que llegue por fin, porque el cansancio a veces puede con la ilusión.
Pero este año es especial, por lo menos para mi. Dentro de una semana espero poder decir que, además, ha sido genial. Es que tenemos un amplio repertorio, de bailes muy diferentes, todos ellos en grupo, excepto uno. Y ahí es donde este año radica el centro de mis nervios e ilusiones. En un fragmento de repertorio clásico que interpreto yo sola (igual que mis compañeras, es decir, cada una tiene el suyo). Durante un par de minutos se nos concede todo el escenario, y la atención de todo el público. Todo esto hace que sea un momento maravilloso, a la vez que horriblemente matador. Es imposible explicar lo que se siente cuando sales a escena y coges tu posición. Los segundos que pasan hasta que tu música empieza a sonar son como la peor de las torturas chinas. Ni siquiera te estás moviendo, pero notas una gran tensión por todo el cuerpo, a la vez que la flojera se apodera de tus piernas y brazos, que ya están temblando. Pero ya no hay marcha atrás, lo único que puedes hacer es dar lo mejor de ti misma, todo lo que te queda dentro.
Una vez puestos en situación, nos vamos unos 7 años atrás, a uno de mis cumpleaños, en el que recibo una cinta VHS (todavía no se vendían DVDs), con la primera obra de ballet clásico que entró en mi casa: La Bayadera. Es una versión del Royal Ballet, y en la caja aparece una bailarina con un precioso vestido rojo. Meto la cinta en el vídeo y me la veo sin levantarme del sofá. Cuando ya se está acabando, aparece en pantalla la chica del vestido rojo de la caja. Baila una variación sencillamente espectacular, con fuerza, con intención, y con una técnica perfecta. El vídeo es de mala calidad, pero es lo que hay... Tened en cuenta que ella es primera bailarina del Royal Ballet de Londres, y yo sólo soy...yo. No soy espectacular como ella, pero ésta es mi misma coreografía.
Me prometí que yo bailaría esa misma pieza, aunque fuese lo último que hiciese antes de dejar la danza y sólo me la bailase para mi misma. Y ese día llegará, por fin, la semana que viene.
Lo tengo todo listo, un vestido que mi madre ha decorado lentejuela a lentejuela(espero pagárselo dando lo mejor en el escenario, y que ella pueda llorar a gusto, que siempre se me emociona), con diseño de una servidora. Y como complemento, una corona que he hecho yo misma con avalorios. Me ha costado tanto tiempo, cabreos, y heridas hechas con los alambres, que no puedo dejar de enseñaros el resultado (espero que a mi me quede mejor que a mi tortuguita). Pero sobre todo, lo que yo no pensaba que sería posible, tengo el baile. Sin tener que simplificar pasos, sin tener que cambiar las partes de más complicación técnica. Hoy, al terminar mi ensayo, mi profesora me ha enseñado el brazo mientras me decía: "Mira, con el vello erizado. Y ésto no se puede fingir..." Creo que ha sido uno de los mejores momentos que ha vivido entre esas paredes. Está todo listo. Todo el trabajo está hecho. Tan sólo puedo esperar que mis nervios me den una tregua, y no me la jueguen como siempre. Esta vez no, no puede ser. Me lo merezco (creo), por todo el camino recorrido.
1 comentario:
Ke wayyyyy!!! Voy a estar alli entre las cortinas animandote como tu fan namber guan jejeje. Ke bonitoooo todooo!!! El traje, la corona ya increible y el baile... Ufff, sk esa variacion ya supera cualkier limite, eres un crack jejeje. Seguro k lo clavass, ya verassss
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