jueves, 20 de noviembre de 2008

Coméntate en un MeMe

Hace ya bastantes días que recibí de Canichu el "encargo" de elaborar mi primer (no sé si último) MeMe. Y oye, que me hizo una ilusión... Supongo que es como cuando llevas varios meses siendo el-chico-del-café-y-las-fotocopias en tu primer trabajo, y de repente te mandan el primer informe serio. Pues te sientes importante, y eso.
Pero vamos a hacer las cosas bien, y vamos a empezar dejando claras las normas:


1. Linquea al que te ha tagueado y pon estas normas en tu blog.
2. Comparte 7 hechos sobre ti en tu blog, algunos al azar, otros curiosos.
3. Taguea a 7 personas al final de tu entrada dejando sus nombres y los enlaces a sus blogs.
4. Hazles saber que han sido tagueados dejando un comentario en sus blogs.
5. Si no tienes 7 amigos, o si alguno ya fue tagueado por otro, entonces busca a algún extraño insospechado.


Y me he pasado varios días pensando en qué cosas podía poner, porque siempre he pensado que mi vida no da para mucho, pero digo yo que en los veintitantos años que llevo a la espalda, algo podré sacar, ¿no?

I.- Si algo me gusta de este MeMe es que tengo que escribir 7 puntos. Y es que me encanta este número. Es el típico al que le pones el calificativo de "mi número favorito", ese que siempre quieres que esté al final del décimo de la lotería de Navidad. Decidí que sería este y no otro mientras estaba en primaria, por la simple razón de que era mi número de clase, el que te adjudican todos los años por orden alfabético. Y empecé a cogerle cariño, al igual que todas las demás compañeras elegían su respectivo número como favorito. Además, con el tiempo me empezó a gustar más por toda la simbología que lleva detrás: los 7 pecados capitales, los 7 colores del arco iris, las 7 notas musicales, los 7 días de la semana, los 7 enanitos de Blancanieves, las 7 vidas de los gatos, las 7 artes, las 7 maravillas del mundo, los 7 días de la creación del Mundo según la Biblia (en la cual aparece este número en muchas ocasiones), los pasatiempos de los 7 errores... Me encantan este tipo de coincidencias, me parecen fascinantes.

II.- Mi cuerpo tiene algunas curiosidades, como el hecho de que tengo la campanilla bífida. No es que tenga dos campanillas, sino que parece que tuviese una sola partida por la mitad en la parte inferior. Me lo descubrieron mis padres cuando era chiquitilla.

III.- Uno de los grandes misterios de mi vida gira en torno a la comida. Cuando era pequeña, el momento de la comida era el peor del día, sencillamente me parecía aburrido. La mayoría de los días era capaz de emplear 2 horas para comer (y juro que no exagero). Mi madre se desesperaba, a la vez que se preocupaba porque veía que comía poco. Y nunca estuve mal alimentada, pero resulta que mi madre ha pasado de dejarme algunos días en el comedor del colegio para que me aguantasen otras, a tener que quitarme la comida de delante para que deje de comer.Creo que la gula es un pecado maravilloso, y comer aunque no tenga hambre es un auténtico placer. Siempre que sobra algo de comida, me pasan a mi el plato para que lo termine; soy incapaz de rechazar comida aunque me avergüence; durante la semana espero con emoción que llegue el sábado por el simple hecho de cenar fuera de casa, aunque sea un sencillo bocadillo; a la gente le llama la atención que yo siga teniendo hambre tras una comida en la que todo el mundo ha comido hasta reventar; a veces soy incapaz de dejar de comer aunque no tenga hambre...

IV.- Hay una gran contradicción en mi, y es que me encanta dormir, pero lo hago durante muy pocas horas, porque siempre creo que tengo cosas más interesantes o importantes que hacer. Nunca me meto a la cama antes de las 2 y pico de la mañana, porque aunque haya pasado el día muy cansada, a esas horas se me ha pasado todo el sueño. Al día siguiente puedo estar fresca como una lechuga habiendo dormido 5 horas, así que supongo que tengo la suerte de no necesitar muchas horas de sueño. Además, nunca me hecho la siesta porque me sienta fatal, me atonta, me despierto de mal humor y generalmente, con dolor de cabeza. Pero luego resulta que me puedo dormir en cualquier lado: en el metro, en clase, en el cine (qué vergüenza), un sábado de madrugada aburrida en un banco... Y otros datos: al despertarme necesito por lo menos 10 minutos antes de levantarme de la cama, y los fines de semana siempre me pongo el despertador porque "no me gusta" dormir hasta que me despierto sin más. El tiempo es oro, y se nos escapa con los ojos cerrados.

V.- Soy muy maniática con el orden. Me enfado (exageradamente) si no encuentro mis cosas tal como las dejé, si revuelven algo en mi cuarto, si no tratan las cosas con el cuidado que se debe, si no me devuelven algo igual que yo lo presté, si dejan alguna miga en el suelo del cuarto... Incluso he llegado a levantarme de la cama para meter a la lavadora los calcetines que me había quitado justo antes de acostarme y que había dejado en el suelo. Y el mismo orden que necesito con mis cosas, lo necesito en mi día a día. Para eso utilizo muchísimos post-its, listas de cosas y un calendario-agenda donde apunto todo lo que tengo que hacer. Y generalmente no me gustan esos contratiempos que me obligan a hacer cambios repentinos.

VI.- Uno de mis grandes defectos es que sólo saco mi carácter a relucir con la gente de andar por casa. Es decir, si alguien hace algo que me cabrea, soy incapaz de decir nada, o de defenderme. Me quedo callada, dejo que me pasen por encima tranquilamente, o cosas por el estilo, y me llevo el cabreo para casa, donde me desahogo con quien menos lo merece. Así que acabo discutiendo con las personas que no me han hecho nada en vez de soltar un bufido o una buena contestación a quien de verdad se lo merecería.

VII.- Soy indecisa elevado a la máxima potencia. Es mejor que no se me ofrezca la oportunidad de elegir, porque eso me acarrea grandes dudas, dolores de cabeza y sufrimientos. Por eso, al encontrarme de repente con el último punto, no sabía qué elegir: si decir que no me gusta tirar cosas y guardo muchísimos recuerdos que ya no sé de dónde han salido o cosas que sé que no necesito (como 4 pares de puntas viejas); o que en muchos aspectos no me gusta ser "una corriente más" y valoro mucho la originalidad; o que de pequeña me encantaba Mary Poppins, y tenía un cuento de la película que me leyeron tantas veces que era capaz de abrirlo e ir pasando las hojas mientras soltaba de memoria lo que ponía en cada una, de forma que parecía que lo estaba leyendo palabra por palabra cuando todavía no iba más que a la guardería; o que una vez me atropelló una moto por cruzar mal la calle, aunque sin graves consecuencias; o que casi nunca me pongo enferma; o que no puedo evitar seguir buscando quehaceres para los pocos ratos libres que tengo porque no me gusta sentirme sin nada que hacer; o que soy muy tímida con los recién conocidos, con los que me cuesta muchísimo hablar y al final acabo soltando una frase de lo más estúpida y desaconsejable; o que siempre llevo las uñas pintadas para evitar mordérmelas; o que odio que se me mojen los bajos de los pantalones cuando llueve... De repente se me ocurren tantas cosas y tonterías que contar, que soy incapaz de decidir con cuál cerrar este post.

Y como mi cometido se acaba aquí, ahora me toca pasar el testigo. Es sabido que no soy muy conocida en estos mundos cibernéticos así que no tengo mucho donde elegir. Y finalmente, los nominados son: Ekhi, porque con ella empezó todo y yo no podía empezar con otra persona; Berto, porque así me da la oportunidad de conocerle un poco más; María (de Chic o Chuc), porque así le doy la oportunidad de contarnos sus batallitas por tierras americanas; Raquel (de Gratis Total), porque últimamente me visita con frecuencia y ésta va a ser mi extraña forma de agradecérselo. Y para los 3 que me quedan, he decidido liarme la manta a la cabeza y el cable del ratón al cuello, y me he puesto a navegar por estos mundos, saltando de blog a blog, hasta que he cerrado el proceso de selección. Y los nominados son: La mesa del rincón del café, Sugus de piña y Viviendo camino pensando, porque estoy segura de que me pasearé por ellos bastante a menudo, y así empiezo ya a promocionarles. Sé que para muchos esto no será motivo de alegría, aunque para otros puede ser una excusa para actualizar el blog. Así que prometo que esta vez no mandaré cartas amenazantes ni sicarios a quien decida pasar de largo del MeMe, pero el mío, aquí ha quedado.

Porque yo lo quiero así (crónica de un examen de ballet)

No parece que haya pasado tanto tiempo desde que me dijeron que iba a ir a Madrid a hacer mi primer examen "importante" de ballet. Durante muchos años me había estado examinando en Bilbao de unos cursos más básicos, y llegar a Elementary era como hacerse mayor de golpe y verte bailando a otro nivel. Si tenías que irte fuera para hacer el examen, eso tenía que ser importante, ¿no? Y como quien no quiere ni darse cuenta, después llegó Advanced Foundation y Advanced 1, que todavía lo tengo reciente. Así que ya son 3 viajes, 3 exámenes.
¿Cómo explicar los nervios que se sienten, la presión, incluso angustia? Eso no es posible, es necesario vivirlo y sufrirlo. Sufrirlo, y también disfrutarlo. ¿Masoquismo tal vez? No, eso no. Adicción más bien...
Nadie nos obliga a meter horas de ensayos, a repetir y repetir, a dejarnos los dineros en viajes, y las uñas en las barras de clase. Pero según se va acercando el día E (de examen, claro) me pregunto: "¿Y quién me manda a mi meterme otra vez en esto?" Aunque sólo hay una cosa peor que esos nervios que corroen el estómago, y es la ausencia de los mismos. Quien me conozca bien sabe los malos ratos que paso por los nervios, pero se trata de una decisión mía.
Y en este punto es donde mucha gente se desorienta. Debe de ser complicado comprender que alguien elija el cansancio, las prisas para no perder las clases, o incluso los dolores varios en vez de optar por algo más cómodo, sencillo, y lógico a ojos de los demás. Pero así es. Yo lo sé, mis compañeras lo saben, quien está metido en ello lo sabe.
Además, para mi también es importante es hecho del viaje en sí, ya que se trata de compartir la experiencia con amigas y compañeras que sienten igual que tú, que te comprenden si rompes a llorar, que comparten contigo sus preocupaciones, y que hacen que los momentos buenos sean geniales.
En esta ocasión empezamos la semana con una clase de puesta a punto tras el finde, aunque lo más productivo que sacamos de ella fue el "kit del viaje" que nos regaló nuestra profesora, formado por unas chucherías anti-dietéticas y una de esas notas de ánimo que tanto se agradecen. Luego incluso nos acompañó a coger el bus. Hay que ver qué importantes son esos pequeños detalles y cuánto dicen de las personas...
Tras 5 horas de viaje y casi 1 de retenciones a la entrada de la capital, nos lanzamos a la búsqueda del hotel. Y creo que no voy a contar que estuvimos cerca de 10 minutos intentando abrir unas habitaciones de la primera planta hasta que nos dimos cuenta de que las nuestras estaban en la planta 11, porque sería muy vergonzoso admitirlo. Luego, entre idas y venidas siguiendo indicaciones contradictorias de los madrileños, localizamos la escuela de África Guzmán y cumplimos con la visita obligada al Vips para cenar. El día acabó con reunión de pijamas y sesión de fotos en la habitación. Y que conste en acta que a las 00.30 ya estaba metida en la cama (que no dormida) porque ni recuerdo la última vez que me acosté tan pronto...
A las 8 de la mañana suena el despertador y te despiertas sabiendo que todo está a punto de acabar, aunque a la vez, va a ser una mañana muy larga. Ducha, peluquería y maquillaje antes de desayunar una gloriosa tostada camino a la escuela (una pena que no fuese el mejor momento para degustar las típicas y grasientas porras). Nada más llegar nos enteramos de que el examen empezará unos 20 minutos antes. ¿Mejor? ¿Peor? En estas condiciones ya no podemos ni pensar. Que sea lo que sea, pero ya.
Y así te plantas frente a esa puerta cerrada, con un botellín de agua, una toallita y las zapatillas de punta en la mano izquierda, esperando oír la campanilla que indica que ha llegado el momento de pasar a la sala (sólo comparable a las trompetas del día del juicio final). Este año fue gracioso escuchar al pianista cómo le "chivaba" a la examinadora italiana cómo pronunciar nombres como Estíbaliz o Ainhoa. Y lo que ocurrió durante las 2 interminables horas siguientes cada vez lo veo más lejano. Ejercicios que en clase se bordaban y en el momento cumbre no quedaron tan bien, otros con los que no contabas para nada y que sorprendentemente no fueron del todo mal... y sobre todo mucha tensión, piernas cargadas, miradas nerviosas entre nosotras, y una examinadora sonriente que no sabes si oculta una gran mala leche tras esa cara agradable. Intentas tener la cabeza puesta en todas las indicaciones que has ido recibiendo en las clases: la posición correcta de espalda y cadera, piernas estiradas al máximo, respiración adecuada, una cara agradable, transmitir una seguridad en ti misma que ni siquiera tienes, brazos firmes pero no agarrotados... a la vez que intentas que todo eso quede natural.
Una vez que ya ha terminado todo, no tiene sentido seguir dándole vueltas, y pensando en lo que pudimos haber mejorado. Ya está hecho, y sólo podemos esperar un par de meses a que las notas lleguen de Londres. Sales de la sala con la cabeza dividida entre este pensamiento de "por fin se ha acabado" y el de "yo sé que podía más". Animas a las compañeras que entran a continuación, cuando casi no puedes ni animarte a ti misma.
Menos mal que todo se pasa, y que no hay nada que una buena comida no ayude a superar. ¿Buena comida? Eso es, comida basura de esa que evitábamos desde hace meses. McDonalds en la Puerta del Sol, hamburguesa completa, patatas fritas con ketchup, alitas de pollo, refresco y un McFlurry y medio de postre. Con el estómago a reventar y las penas ya olvidadas, echamos a andar durante media horita. Compro un décimo de Doña Manolita (por si la suerte se fija en mi en algún momento) y nos topamos con un Dunkin' Donuts. De pronto sientes que podrías quedarte allí a vivir, no necesitas más. Aunque nos conformaremos con traer a Bilbao una caja de 12 rosquillas, elegidas con grandes dudas, y con otra más que yo "me llevo puesta" aunque todavía tengo la comida dando vueltas en el estómago. Con bolsas y cajas encima buscamos una cafetería Faborit para tomarnos un café de esos que esperas que nunca acabe, con un bonito dibujo en la espuma. Por fin paramos un momento hasta que nos reunimos todas las compañeras, y seguimos sin dejar de comer, dando buena cuenta del "kit de viaje". Y ya no queda más remedio que buscar una boca de metro para llegar al autobús. Sobra decir que seguíamos con las gominolas en la mano, y que ya en el autobús corrían las patatas, barritas de cereales y chocolatinas.
Estoy destrozada, pero ya no pienso en el examen, sino en que estoy contenta de haber aprovechado el paseo por Madrid para hacer todo lo que quería. Ojalá hubiese dormido un poco, pero fui incapaz de encontrar una postura cómoda. Querer y no poder es insufrible. Así que seguí comiendo hasta que hicimos la parada en Lerma, donde cené un bocadillo, por supuesto. No hago más que hablar de comida, pero ha sido una especie de enfermedad contagiosa, con la cual todas seguíamos tapiñando aunque admitíamos no tener hambre. Para mi era una recompensa por el trabajo, el esfuerzo, las energías gastadas, los sacrificios, los cabreos conmigo misma...
Y de repente, todo se ha acabado. Hace una semana el tiempo parecía pararse, y ya se nos ha escapado. Hoy ha tocado madrugar aunque ayer el autobús llegó a la 1 de la mañana, y parece que ni siquiere me haya movido de Bilbao. El mayor recuerdo son las rosquillas, que degustaré plenamente antes de recuperar la sana dieta a la que me había acostumbrado. Todo vuelve a ser como antes. No sabemos cuándo volveremos a vernos en otra igual, hace falta mucho tiempo para preparar bien el próximo examen, pero las ganas no faltarán, las fuerzas no se perderán y los ánimos se alimentarán.

domingo, 16 de noviembre de 2008

De exámenes a examen

Tenía miedo de haber perdido la práctica. Llevaba más de un año sin preparar exámenes, pero parece que esto es como lo de montar en bici, que dicen que nunca se olvida. Pero como no quería arriesgarme, y entre semana me veo siempre pillada de tiempo, empecé a meterme en los libros la semana pasada, incluyendo un sábado como los de mi época universitaria. Es decir, todo el día en casa, alternando estudio con descansos delante de la televisión, y una fugaz salida para comprar algo de cenar en el chino. Y aunque todavía me falta una nota por confirmar, ya me quedo tranquila sabiendo que no se me ha disecado la materia gris y que el tiempo dedicado ha sido muy fructífero.

Ha sido una semana "terrible" de nervios, que parecía que nunca acababa. Pero el jueves hice el último examen, y supuse que el viernes iba a ser mi primer día de relax. Y me equivoqué. Porque no han terminado los exámenes para mi, y es que me queda "el peor" de todos, el más esperado, y también el más temido: este martes tengo mi examen de ballet, de Advance 1, para más señas. Creo que durante este tiempo casi ni había pensado en ello porque se quedaba escondidito detrás de los otros, pero ahora que me he deshecho de ellos... ¡¡estoy más que nerviosa!! Y es que se trata de jugarse todo el trabajo de año y medio en apenas 2 horas, delante de una mujer que nunca te ha visto bailar, que no sabe cuánto trabajo hay tras los pasos que le muestras, y que nunca sabrá si el ejercicio no te sale porque no eres capaz de hacerlo bien, o porque los nervios y la tensión te impiden mantener las piernas firmes. Y en esas estoy, intentando que las ansias no me influyan a la hora de hacer la maleta para que no se me olvide nada: billetes del autobús, maillot, zapatillas, medias, horquillas, gomina, maquillaje, ropa de abrigo para Madrid... y los nervios creo que los voy a dejar bien guardaditos en el cajón de los calcetines.
Me gustaría explayarme más, pero tengo la cama plagada de cosas que meter en la bolsa, y una vez que ya he vuelto para dejar claro que no he desaparecido en combate, creo que dejaré los restos para un nuevo capítulo.
Nos vemos a la vuelta de Madrid. Traeré noticias (y tal vez una caja del Dunkin Donuts jeje)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Diferentes teclas

Estoy sufriendo un pequeño colapso que tiene como epicentro unos cuantos exámenes que me vienen un poco seguiditos. Pero como no quiero dejar del todo esto de darle a la tecla, me he buscado otro que lo haga por mi. Aunque sea sentado delante de un piano.
Como excusa para poder actualizar el blog, os presento a David Peña Dorantes, un estupendo pianista con toque flamenco. Este es su tema más conocido, Orobroy, que puede que hasta os suene. Sea como sea, espero que os guste.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Cosas del oficio

Mes nuevo, y sigo sin papeles. Aunque eso queda en un segundo plano si además digo que no he cobrado el mes de Octubre. A ver, no estoy muy preocupada porque sé que lo voy a cobrar, pero... se trabaja por dinero, y yo todavía ni lo he olido.
El día 1 de Octubre di la primera clase de Pilates, y así han ido pasando los días hasta el 31. Además, he terminado el mes por todo lo alto: haciendo una sustitución en el gimnasio en una de mis mañanas libres. Y es que no es lo mismo dar una clase a jubilados y abuelas, que a un grupo de chicas jóvenes (a éstas no les sirve hacer estiramientos de cuello y brazos durante 10 minutos). Esta gente es alumna de aerobic, y ayer su profesora no pudo dar la clase. Como yo no sé aerobic, se les dijo que iban a dar clase una clase de estiramientos y Pilates, es decir, la mía. El año pasado ya tuve que dar otra clase a estos dos mismos grupos, y creo que ya comenté que la experiencia no fue maravillosa, ya que notas las caras de mala os... de la gente, y no se cortaron un pelo a la hora de quejarse en el vestuario. (Vamos a ver señores, es que Pilates es a aerobic, como un Seat Panda a un Ferrari Enzo... nada que ver) Pues me he pasado toda la semana angustiada, pensando en ese momento, y al final no ha sido para tanto, mira tú qué historia. Es verdad que apenas vino gente, pero para ver malas caras, mejor están en su casa. Antes de entrar, ya había una mujer quejándose en el vestuario, hablando de lo aburrido que iba a ser, pero resulta que en la clase fue la que menos trabajó, la que menos sudó, y probablemente, la que más se aburrió. Por lo demás, fueron muy agradables, trabajaron muy bien, con la mente abierta, y seguro que hoy se están acordando mucho de mi mientras sufren las agujetas (que yo también tengo).
Después de la clase, esperaba que llegase lo mejor: la firma del contrato y el cobro del sueldo. Porque el caso es que a mi me contratan en un gimnasio, pero doy las clases en centros de jubilados que ni siquiera me pillan cerca de allí. Así que empecé mi trabajo con la promesa por teléfono de que todos los papeles estaban hechos, y que ya se firmarían. Hace 3 días me ha llegado la carta de la Seguridad Social, así que sé seguro que no ha quedado nada colgando. Y ayer esperaba que mi jefe hiciese aparición para zanjarlo todo. Pero está claro que era pedir demasiado.