domingo, 14 de septiembre de 2008

Tras la máscara

Ale, ya hemos vivido nuestro primer rodaje en estado puro. ¡Y nos ha prometido que todos nuestros nombres saldrán el los créditos! Con esto, y la oportunidad de visitar un parque de atracciones abandonado y lo divertido que es hacer de fantasma, ya no me importa el frío que he pasado, el cansancio, el haberme tirado media tarde con playeras y pies empapados, ni (de nuevo) la falta de compensación económica (aunque esto realmente nunca me ha preocupado).

El día no ha empezado bien, y nada más levantarme a las 9, tal como dije, me he vuelto a la cama porque, de seguir lloviendo, no podríamos haber grabado. Pero algún ente divino nos ha debido mirar con buenos ojos, porque al final ha dejado de llover, y hasta hemos pasado calor al solecito. En definitiva, que tan sólo se ha tratado de empezar más tarde de lo pensado, y claro, acabar más tarde.


Nada más llegar a las viejas verjas vigiladas por guardas e intuir tras ellas varias estructuras metálicas bastante ruinosas, creo que muchas de nosotras no hemos preguntado: "¿Saldré de aquí conservando mis cuatro extremidades? ¿Y por qué no me he quedado durmiendo?" El segundo momento crítico ha llegado con el vestuario. No sé yo si los fantasmas visten con vaqueros blancos, jerseis de punto y playeras, pero nosotras estábamos de cuadro (no hay presupuesto para ropas, nos tuvimos que buscar la vida). A esto se le añade una máscara blanca, de esas de plástico que llevan los mimos, y ya tenemos el pack completo. [Consejo a fabricantes de máscaras: intenten pensar dónde poner más agujeros de ventilación, que los de los ojos, nariz y boca minúsculos no dan abasto, y tras llevarla medio minuto la transpiración corporal hace efecto ventosa con la cara] Y el caso es que al final me he quedado con la duda de por qué, a pesar de ser todas las caretas iguales, todas mis compañeras coincidían en que yo daba más miedo que el resto. Tal vez mi flequillo, tal vez mi mirada asesina asomando tras esos pequeños agujeros... no sé, no sé.


Y ya nos plantamos al inicio de una de las avenidas, con la cámara en el otro extremo, formando un triángulo tras la protagonista. Cuando tenemos que empezar a movernos, no podemos dejar de reinos tras las máscaras. No hay coreografía, apenas se escucha la música... y no podríamos sentirnos más ridículas. La peor parte se la lleva, claro está, la única que mostrará su cara en pantalla, la protagonista, que no sabe qué hacer para aguantar la risa. Pero como en otras tantas cosas, a todo te acostumbras, y al de un par de tomas, ni un fantasma profesional nos superaría.

Lo cierto es que para ser un rodaje "de andar por casa", fue agotador. A partir de ahora, cuando vea a todas esas niñas de melenas rubias brillando al sol, estupendísimas de la muerte, asegurando que su sueño es ser actriz, cuando muchos sabemos que lo que se esconde tras ese deseo es ganarse la vida con el menor esfuerzo posible... las compadeceré. Empezando por la gran cantidad de tomas falsas que le pudimos proporcionar, también está el factor "plano", es decir, repetir lo mismo varias veces con la cámara de frente, de espaldas, entre nosotras, desde lo alto... Ya ni recuerdo cuántas veces pudimos subir y bajar todas las escaleras del auditorio. Bueno, y quien dice escaleras, dice sillas, ya que nos íbamos intercalando entre los asientos. Si ya es difícil bajar unos escalones rectos intentando bailar, sin acabar arrastrando la careta por el suelo y sin meterte en unas zarzas, hacerlo saltando entre las sillas es mucho más... divertido. Aunque intentar apoyar el pie en los respaldos es peligroso, a veces es divertido tentar a la suerte.

Y así, repetir y repetir en diferentes lugares: una vieja cabina de teléfono, una fuente de esas en las que el agua va cayendo por diferentes caminos y alturas (ele ahí la foto, aunque ahora tan sólo son bloques de hormigón), estanques vacíos o con aguas estancadas, la vieja pista de karts, la barra de una antigua cervecería que, como se ve en la otra foto, ahora hace las veces de estanque... Hablando del estanque, voy a ver si les doy un agua (limpia) a las botas de jazz, ya que al ofrecerme para entrar, me condené a empaparme el calzado para el resto del día. Espero que el agua no contuviese pequeños microorganismos vivos que ahora pudiesen estar asentando su población en mi calzado. Dadme un momento, que creo que debo limpiar algo.........

Y así, poco a poco, los planos necesitaban de menos gente, se hacía más tarde, y se iban yendo por grupos de cinco. Pero yo me lo estaba pasando como una enana, y quería ver todo lo que pudiese del parque, aunque no se me necesitase en la escena. Así que ya nos plantamos en el final, que curiosamente será el principio tras realizar el montaje. En él, la protagonista nace de un antiguo estanque, que ahora no contiene más que algo de agua estancada, con un fondo turbio que sirve de hogar a renacuajos, ranas y otros bichillos que vimos nadar. Yo tengo que decir que ahí nació mi nueva heroína, ésa que miraba el asqueroso lago asegurando que no se metería, pero que al final se fue p'adentro diciendo: "Si lo pienso, no lo hago". Tenía que mantenerse seria, rodeándose de un aura de tristeza, pero a veces a penas podía contener la risilla nerviosa. Eso es lo que yo llamo un gran trabajo, una artista, a la que no le importó salir de la cochina agua con un montón de porquerías indescriptibles en el pelo y la cara.
Es una lástima no haber podido conocer el parque en funcionamiento, porque, aunque cerrado y abandonado tiene mucho encanto, nunca es lo mismo. A nuestra directora, que sí lo conoció, se le veía "ese algo" en la cara al recordar lo que en los viejos tiempos te trajo buenos ratos. Lo que en su momento brillaba, ahora no es más que un montón de piedras y zarzas. Todo se deteriora con el tiempo. ¿Todo? No, pero hace falta un gran esfuerzo y dedicación para que lo que ahora nos gusta y nos hace sentir bien no acabe siendo un cúmulo de ruinas que nos hagan entristecernos al mirarlas. Si pensamos que todo lo bueno siempre estará ahí para nosotros, tal vez algún día nos encontremos con los restos de lo que fue.

2 comentarios:

chicochuc dijo...

Es el de Bilbao, verdad? Espero que si, porque un monton de imagenes me parecen familiares. Ademas de las piramides, claro.
ha tenido que ser una experiencia divertidisima!!
Besos

Bayadère dijo...

Eso es, ¡tienes buen ojo! Cuando cerró yo tenía 3 años, y no tuve la oportunidad de verlo en marcha, pero la verdad es que me ha encantado poder visitar las ruinas. Ahora se ve que ahí guardan excavadoras, hay algún coche destartalado, y chatarra, como señales viejas, papeleras o montones de pivotes metálicos, pero es mágico...
Saludicosss