Si nos adentramos en la guerra de sexos, para no salir mal parados, solemos optar por una posición neutral, a la que llamamos igualdad. Pero cada vez son más los que aseguran que la igualdad no es la opción correcta, y la verdad, a mi me han convencido. Pero ¡DANGER! porque corremos el peligro de equivocarnos: una cosa es que hombres y mujeres no seamos iguales, y otra muy diferente, que las mujeres seamos inferiores. Es como si entramos a comparar una tarta de chocolate con un brownie: no es que uno sea mejor, o que el otro no nos guste... sencillamente son cosas diferentes.
Si está demostrado científicamente que la mente y el cuerpo de ambos sexos funcionan de forma diferente, no seré yo quien lo contradiga. Pero, aunque no me hayo en posesión de ningún título científico que me avale, creo que no me equivoco al afirmar que también tenemos cosas en común: todos envejecemos, comemos, nos caemos, pasamos por el baño nada más levantarnos...
¿Y qué hay más cercano a nuestros hábitos cotidianos que la publicidad televisiva? (Jo, ¿y a qué viene ahora esto de los anuncios?) Pues es que ya estamos acostumbrados a ver que los únicos hombres en anuncios de productos de limpieza son el calvorota con pendiente y el mayordomo. Encima, el primero ni siquiera es real. De aquí, sacamos en claro que la limpieza es cosa tan sólo de mujeres. [Si yo fuese hombre, me cabrearía, porque creo que lo que pasa realmente es que los anunciantes ven incapaz al género masculino de aprender a usar la cantidad apropiada de detergente o de distinguir los productos para el suelo de los de la vitrocerámica] Y como vamos a seguir guiándonos por los dictámenes de la publicidad, éstas van a ser nuestras siguientes conclusiones: sólo las mujeres tienen moratones cuando se caen, sólo ellas sufren las hemorroides en silencio, sólo ellas tienen problemas con la dentadura postiza que no deja de moverse... Mientras que los hombres conduces grandes coches carísimos y toman copas de las mejores bebidas. Yo ya he advertido a mi padre para que no deje que nadie se entere de que tiene una dentadura que no es suya (postiza, vamos) porque está claro que eso está muy mal visto. Hemos acordado que si (por algún tipo de extraña razón que no logro imaginar) alguien ajeno a nuestro hogar llega a ver esa dentadura en la baldita del baño por las noches, diremos que es de mi madre, o incluso mía, por eso de la deshonra.
¿Cómo pretendemos cambiar leyes, mentalidades, privilegios... si subliminalmente seguimos recibiendo el mismo mensaje que hace muuuuuchos años?
Pero si hay algo que me ha gustado, que me hace ver que no estamos tan lejos de dejar de ser el sexo incomprendido es que, si yo he decido hablar del tema, es porque hace ya bastante tiempo me inspiró una columna del diario "El Correo" escrita por Olmo (eso es, un hombre), que mostraba enérgicamente su descontento con la publicidad machista. Y si un representante de cada sexo nos hemos puesto de acuerdo, es que no vamos muy mal.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
hace tiempo trabaje limpiando un gimnasio. La chica que curraba conmigo en el turno de tarde era genial, pero alguna vez hice una susbstitución a uno de la mañana y la mujer de la mañana... un horror, sostenía que los hombres no sabiamos limpiar, vigilaba todo lo que hacia y encima lo criticaba... horrible. A la sociedad en general le queda mucho en conciencia que cambiar.
Si esque tan malo es menospreciar a las mujeres en campos como el trabajo, la política... como dar pos supuesto que los hombres son unos negados para la limpieza, cocina, cuidado de niños... Y lo peor es que muchas veces, las mujeres son las más machistas. ¡Qué complicado va a ser solucionar esto para que todos quedemos contentos! Hay que cambiar tanto...
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