miércoles, 21 de mayo de 2008

Hilo musical urbano

Sales a la calle, y percibes una suave melodía, pero no llevas ningún MP3 ni ningún auricular incrustado a la oreja... Al girar la esquina, lo ves. Un músico callejero.
Los hay en todas las ciudades, y algunos llegan a convertirse en grandes leyendas. Siempre sabes dónde te los vas a encontrar y te conoces gran parte de su repertorio (como nuestro Baltasar, que durante el año canta en el Casco Viejo). Muchas veces, aunque pases de largo sin soltar ni una monedita, te gusta lo que escuchas. Yo a veces, relentizo el paso, o hago que miro un escaparate cercano para poder escuchar un poquito más.
Vaya un tema de conversación raro que he elegido, ¿no? Tan sólo quería hacerme eco de un vídeo que vi ayer. Los que vivimos en Bilbao, seguro que todos conocemos al chinorri que toca el violín, casi siempre en la Gran Vía, y parece ser que últimamente, en el Casco Viejo. Este es uno de los ejemplos de los que hablaba hace un momento: recuerdo haber estado un buen rato delante del escaparete de Stradivarius escuchando su Ave María. Pues en ese vídeo, este violinista denunciaba los malos tratos sufridos a manos de la policía local. Cada vez que le veían tocando, le obligaban a largarse, le quitaron el violín y le amenazaron y pegaron. ¿Pero con qué derecho? ¿Había protestado algún vecino, o esque buscaban algo que hacer ese día? ¿No les gustaba su versión de algún gran clásico? ¿Le hizo una brecha a alguien con el arco del violín? Tal vez se trate de un intento de dignificar las calles de Bilbao. Aunque, si eso, tal vez sería más productivo acechar a graffiteros y gamberricos varios, digo yo...
Me dio mucha lástima ver al pobre hombre explicando su historia. Resulta que cursó estudios de música en Estados Unidos. Tal vez este hombre no tuviese por qué estar en la calle, sino que puede haber sido su elección. Hay gente que decide compartir su arte y trabajo con el resto sin pedir nada a cambio, porque no exigen nada. Sólo te ven pasar de largo mientras siguen tocando para tí, y para los que vendrán. Está claro que no lo hacen por dinero, pero muchas veces se les mira como si fuesen a robarnos o a lucrarse a nuestra costa, mientras pensamos en echar nuestras doradas moneditas a una tragaperras, o en guardarlas en nuestra preciada cuenta de ahorro, con lo que seguiremos alimentando a un banquero que no lo necesita.
Tal vez sea cosa mía, pero... ¿no os gusta tener esa banda sonora en la calle? ¿Una melodía que te acompaña en tu paseo, o en tus prisas diarias? Vale, siempre hay algún manos-de-cerdo que lo único que transmite son ganas de comprobar el movimiento parabólico de un pedrusco hacia el origen de semejante chirrido. Pero dejemos las excepciones para otro discurso. Qué triste que mucha gente no sepa apreciar en estas pequeñas cosas, un bonito detalle para adornar nuestro monótono vaivén callejero. Y qué triste que nuestra moderna sociedad siga dando ejemplo de semejante estupidez, cazurrismo, tontería e incompetencia, cargando siempre contra quienes ni lo buscan ni lo merecen. A ver si nos centramos, señores.

Permitíos el lujo de disfrutar de la música y el sonido de la calle.

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