Ya está. Las vacaciones se han instalado definitivamente conmigo por el plazo de un mes y medio. Del todo. Algunas personas tienen la espalda quemada por el sol, otras tienen que quitarse la corbata para trabajar, y yo lo que tengo son 24 horas al día para administrarlas a mi antojo. Con lo mal que se me da a mi esto de administrarme el tiempo... no le veo yo muy buena pinta.
Hace apenas 2 horas que he salido del estudio de ballet, donde he pasado 4 horitas diarias durante las últimas 3 semanas. ¿Duro? Más bien entretenido. Primero, la clase reglamentaria del ballet más clásico, y después, un poco de todo: funky, pilates, interpretación, yoga... En la variedad está el gusto, y también el cansancio. Comienzo las vacaciones con agujetas y dolores varios, aunque no es nada que un buen reposo no cure.
¿Y ahora qué hago yo? Es como me decía mi padre: "Imagina que te tocasen varios millones en la lotería. Tendrías tantísimo dinero que no sabrías qué hacer con él y acabarías aburrida". Solo que en vez de dinero, tengo tiempo (me gustaría más la otra opción). Pero el tiempo, al igual que el dinero, debemos invertirlo bien, así que ya me he paseado por algunas academias, buscando algo en que gastarlo. Y al final, todos los papelotes recolectados han acabado camino a la incineradora. Si es que tengo tiempo, por supuesto tengo ganas... pero no tengo dinero. Todos sabemos que no hay ninguna crisis (¿verdad?), pero la desaceleración parece hacer referencia inversa a la velocidad a la que desaparece el dinero de nuestras carteras: visto y no visto.
Así que mi primera ocupación será buscar alternativas de ocio de bajo coste, como bailar con la radio intentando no darme con la cama, ponerme morena sacando los brazos por la ventana y hacerme polos caseros.
No puedo desaprovechar el dinero que me queda para el verano, y no quiero desaprovechar tampoco el tiempo, que ése si que no lo puedo recuperar. A ver si encuentro un buen negocio.
viernes, 18 de julio de 2008
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