jueves, 10 de julio de 2008

De quemaduras y cacheos

Porque lo prometido es deuda, y porque mi economía no me permitía quedarme más tiempo, estoy de vuelta. Han sido 7 días de buena combinación del turismo más tradicional con el ansiado relax, que ya se han acabado. Supongo que las vacaciones de todos los que estábamos por Lanzarote han sido más o menos parecidas: se visitan los mismos sitios, y todos hemos pasado por las hamacas del hotel. Aunque hubiese sido genial haber podido hacer un diario para no olvidar ni un detalle, no tengo intención de contar todas las vacaciones. Simplemente, recomendar que quien pueda visite esta isla, porque es espectacular, nada parecido a las islas paradisiacas de los catálogos, sino volcán puro.
Al final, a la vuelta, los recuerdos de las visitas se quedan en el álbum de fotos, y lo que te queda más grabado son esas anécdotas que vas contando a todo aquel que se te cruza por delante. Así, yo podría contar que me quemé el primer día, y que la playa que nos quedaba cerca del hotel había prácticamente desaparecido porque se habían llevado la arena para "no sé qué de un arrecife" (juro que es cierto) con lo cual, digamos que no hemos visto mucha playa. También he descubierto que debo aparentar unos cuantos años más (cosa que no me ha gustado) porque en la agencia de alquiler de coches nos preguntaron si queríamos sillita para bebés, y haciendo cola en el desayuno un hombre le dijo a su hijo: "Espeeera, que la señora estaba antes" ¿Señora? Ais, qué forma de empezar el día... ¿Y qué mejor forma de acabar que con unos tocamientos? Reglamentarios y con guantes, pero tocamientos. Y todo porque se me olvidó quitarme unos pendientes metálicos de considerable tamaño al pasar por el arco detector del aeropuerto. Tras quitármelos, ya no pitó, pero una chica con cara de cabreo decidió darme un repaso. Como si bajo una camiseta de tirantes pudiese guardar una recortada. Hombreeee, que no soy tan tonta, que la metí en la maleta que facturé... XD
Bueno, voy a dar por finalizada esta entrada de transición, que tenía la obligación moral de escribir en lo que me voy aclimatando de nuevo a las lluvias y voy recuperando el ritmo de tecleo.
Las vueltas siempre han sido duras.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus letras me han recordado cierto día, no hace mucho, en el que por primera vez me sentí ofendido hasta la médula.

Ocurrió donde vivo, una tarde de verano tal que hoy mismo. Salí de casa para bajar al coche, aparcado abajo mismo del edificio, a coger unas cosas que se me habían olvidado dentro.

Con treinta años, pantalón tejano y camiseta estrechita, sin buche ni nada parecido, yo nunca habría pensado que me podía ocurrir lo que me ocurrió en la misma portería de mi edificio. Al salir, dos chicas hablaban en la puerta, de unos 18 años más o menos, muy guapetonas ellas. Como mi orgullo varonil me posee, saqué un poquito de pecho y apreté los músculos un poquito más al pasar frente a ellas, cuando, de repente, me pregunta una de las chicas:

- Señor, ¿me puede usted decir la hora?

Yo. El chaval que bajaba al coche feliz de ser el más chuleta del barrio, convencido de ser un ligón profesional. Jejeej, fuera bromas, la pregunta me descompuso el estómago y pasé toda la tarde acordándome de la familia de las dos "jóvenes". Eso sí, desde entonces me ha sucedido un millón de veces más, o sea que doy por echo que las generaciones, querida bayadère, cada vez son más distantes.

Un abrazo.

Bayadère dijo...

Qué bien que nos podemos compadecer entre nosotros (yo ya me veo con la cabeza llena de bigudíes y al pequeño de mis churumbeles sentado en la sillita del monovolumen) Mi consuelo es que mis "ofensores" eran visiblemente mas viejunos que yo, y el tuyo puede ser que las divinas pronto sufrirán por la llegada de la celulitis, estrías y acumulaciones grasas varias, que a todas nos cae algo... Yo creo que los 30 son una de las mejores edades: eres una persona hecha y derecha y los cuerpos todavía permanecen jóvenes.
Más triste me parece el caso de much@s jóvenes de 18 añitos que parece que me sacan a mi medio lustro... ¿qué será de esa triste generación?
Con el tiempo, todos acabaremos igual. Arrieritos somos...

Canichu, el espía del bar dijo...

a mi me registraron en un aeropuertto de londres pocos meses después de septiembre de 2001. Se me olvidaron sacar las llaves del bolsillo y pitaron. Me puse nerviosos tal como estaba la cosa y dije en español "las llaves, las llaves" mientras iba a sacarlas, pero me rodearon tres polis, me pararon me levantaron las manos y me cachearon, muy profesionalmente por otra parte. Cáspita.

Bayadère dijo...

Madre mía, Canichu, siento mucho que hayas tenido que pasar por algo así... Sobre todo porque ocurrió en un momento de lo más inoportuno. Esque, aunque sepas que no llevas ningún arma peligrosa en los bolsillos, en cuanto oyes el pitido, la cabeza se te llena de golpe de posibilidades absurdas que pueden llevarte a ser el espectáculo del aeropuerto (algo del estilo a "me han colado droga en algún bolsillo)
Si esque como en casa...