jueves, 20 de noviembre de 2008

Porque yo lo quiero así (crónica de un examen de ballet)

No parece que haya pasado tanto tiempo desde que me dijeron que iba a ir a Madrid a hacer mi primer examen "importante" de ballet. Durante muchos años me había estado examinando en Bilbao de unos cursos más básicos, y llegar a Elementary era como hacerse mayor de golpe y verte bailando a otro nivel. Si tenías que irte fuera para hacer el examen, eso tenía que ser importante, ¿no? Y como quien no quiere ni darse cuenta, después llegó Advanced Foundation y Advanced 1, que todavía lo tengo reciente. Así que ya son 3 viajes, 3 exámenes.
¿Cómo explicar los nervios que se sienten, la presión, incluso angustia? Eso no es posible, es necesario vivirlo y sufrirlo. Sufrirlo, y también disfrutarlo. ¿Masoquismo tal vez? No, eso no. Adicción más bien...
Nadie nos obliga a meter horas de ensayos, a repetir y repetir, a dejarnos los dineros en viajes, y las uñas en las barras de clase. Pero según se va acercando el día E (de examen, claro) me pregunto: "¿Y quién me manda a mi meterme otra vez en esto?" Aunque sólo hay una cosa peor que esos nervios que corroen el estómago, y es la ausencia de los mismos. Quien me conozca bien sabe los malos ratos que paso por los nervios, pero se trata de una decisión mía.
Y en este punto es donde mucha gente se desorienta. Debe de ser complicado comprender que alguien elija el cansancio, las prisas para no perder las clases, o incluso los dolores varios en vez de optar por algo más cómodo, sencillo, y lógico a ojos de los demás. Pero así es. Yo lo sé, mis compañeras lo saben, quien está metido en ello lo sabe.
Además, para mi también es importante es hecho del viaje en sí, ya que se trata de compartir la experiencia con amigas y compañeras que sienten igual que tú, que te comprenden si rompes a llorar, que comparten contigo sus preocupaciones, y que hacen que los momentos buenos sean geniales.
En esta ocasión empezamos la semana con una clase de puesta a punto tras el finde, aunque lo más productivo que sacamos de ella fue el "kit del viaje" que nos regaló nuestra profesora, formado por unas chucherías anti-dietéticas y una de esas notas de ánimo que tanto se agradecen. Luego incluso nos acompañó a coger el bus. Hay que ver qué importantes son esos pequeños detalles y cuánto dicen de las personas...
Tras 5 horas de viaje y casi 1 de retenciones a la entrada de la capital, nos lanzamos a la búsqueda del hotel. Y creo que no voy a contar que estuvimos cerca de 10 minutos intentando abrir unas habitaciones de la primera planta hasta que nos dimos cuenta de que las nuestras estaban en la planta 11, porque sería muy vergonzoso admitirlo. Luego, entre idas y venidas siguiendo indicaciones contradictorias de los madrileños, localizamos la escuela de África Guzmán y cumplimos con la visita obligada al Vips para cenar. El día acabó con reunión de pijamas y sesión de fotos en la habitación. Y que conste en acta que a las 00.30 ya estaba metida en la cama (que no dormida) porque ni recuerdo la última vez que me acosté tan pronto...
A las 8 de la mañana suena el despertador y te despiertas sabiendo que todo está a punto de acabar, aunque a la vez, va a ser una mañana muy larga. Ducha, peluquería y maquillaje antes de desayunar una gloriosa tostada camino a la escuela (una pena que no fuese el mejor momento para degustar las típicas y grasientas porras). Nada más llegar nos enteramos de que el examen empezará unos 20 minutos antes. ¿Mejor? ¿Peor? En estas condiciones ya no podemos ni pensar. Que sea lo que sea, pero ya.
Y así te plantas frente a esa puerta cerrada, con un botellín de agua, una toallita y las zapatillas de punta en la mano izquierda, esperando oír la campanilla que indica que ha llegado el momento de pasar a la sala (sólo comparable a las trompetas del día del juicio final). Este año fue gracioso escuchar al pianista cómo le "chivaba" a la examinadora italiana cómo pronunciar nombres como Estíbaliz o Ainhoa. Y lo que ocurrió durante las 2 interminables horas siguientes cada vez lo veo más lejano. Ejercicios que en clase se bordaban y en el momento cumbre no quedaron tan bien, otros con los que no contabas para nada y que sorprendentemente no fueron del todo mal... y sobre todo mucha tensión, piernas cargadas, miradas nerviosas entre nosotras, y una examinadora sonriente que no sabes si oculta una gran mala leche tras esa cara agradable. Intentas tener la cabeza puesta en todas las indicaciones que has ido recibiendo en las clases: la posición correcta de espalda y cadera, piernas estiradas al máximo, respiración adecuada, una cara agradable, transmitir una seguridad en ti misma que ni siquiera tienes, brazos firmes pero no agarrotados... a la vez que intentas que todo eso quede natural.
Una vez que ya ha terminado todo, no tiene sentido seguir dándole vueltas, y pensando en lo que pudimos haber mejorado. Ya está hecho, y sólo podemos esperar un par de meses a que las notas lleguen de Londres. Sales de la sala con la cabeza dividida entre este pensamiento de "por fin se ha acabado" y el de "yo sé que podía más". Animas a las compañeras que entran a continuación, cuando casi no puedes ni animarte a ti misma.
Menos mal que todo se pasa, y que no hay nada que una buena comida no ayude a superar. ¿Buena comida? Eso es, comida basura de esa que evitábamos desde hace meses. McDonalds en la Puerta del Sol, hamburguesa completa, patatas fritas con ketchup, alitas de pollo, refresco y un McFlurry y medio de postre. Con el estómago a reventar y las penas ya olvidadas, echamos a andar durante media horita. Compro un décimo de Doña Manolita (por si la suerte se fija en mi en algún momento) y nos topamos con un Dunkin' Donuts. De pronto sientes que podrías quedarte allí a vivir, no necesitas más. Aunque nos conformaremos con traer a Bilbao una caja de 12 rosquillas, elegidas con grandes dudas, y con otra más que yo "me llevo puesta" aunque todavía tengo la comida dando vueltas en el estómago. Con bolsas y cajas encima buscamos una cafetería Faborit para tomarnos un café de esos que esperas que nunca acabe, con un bonito dibujo en la espuma. Por fin paramos un momento hasta que nos reunimos todas las compañeras, y seguimos sin dejar de comer, dando buena cuenta del "kit de viaje". Y ya no queda más remedio que buscar una boca de metro para llegar al autobús. Sobra decir que seguíamos con las gominolas en la mano, y que ya en el autobús corrían las patatas, barritas de cereales y chocolatinas.
Estoy destrozada, pero ya no pienso en el examen, sino en que estoy contenta de haber aprovechado el paseo por Madrid para hacer todo lo que quería. Ojalá hubiese dormido un poco, pero fui incapaz de encontrar una postura cómoda. Querer y no poder es insufrible. Así que seguí comiendo hasta que hicimos la parada en Lerma, donde cené un bocadillo, por supuesto. No hago más que hablar de comida, pero ha sido una especie de enfermedad contagiosa, con la cual todas seguíamos tapiñando aunque admitíamos no tener hambre. Para mi era una recompensa por el trabajo, el esfuerzo, las energías gastadas, los sacrificios, los cabreos conmigo misma...
Y de repente, todo se ha acabado. Hace una semana el tiempo parecía pararse, y ya se nos ha escapado. Hoy ha tocado madrugar aunque ayer el autobús llegó a la 1 de la mañana, y parece que ni siquiere me haya movido de Bilbao. El mayor recuerdo son las rosquillas, que degustaré plenamente antes de recuperar la sana dieta a la que me había acostumbrado. Todo vuelve a ser como antes. No sabemos cuándo volveremos a vernos en otra igual, hace falta mucho tiempo para preparar bien el próximo examen, pero las ganas no faltarán, las fuerzas no se perderán y los ánimos se alimentarán.

3 comentarios:

Gratistotal dijo...

qué grande eres y qué grande vas a ser! ya verás ya, me veo en tu estreno en Londres, yo con un visonazo y gafas de sol, porque me darás entradas de honor, no?

Bayadère dijo...

¡¡Por supuesto!! A todos los que aguantáis mis historias os pongo en el palco de honor.
Muchas gracias por tus palabras, qué ilusión, pero mira que si yo acabo bailando en Londres, te compro yo misma el visón y unas gafas de Gucci al más puro estilo Vicky Beckham.
Besitos

chicochuc dijo...

Perfecto, entonces yo voy a ir comprandome algo mono, que tambien quiero palco. me encanta escucharte contar lo que se siente con el baile, aunque sea por culpa de un examen. eso es pasion por algo!!
Un besazo!