domingo, 18 de octubre de 2009

Exhibición para la familia. Y también para mayores.

Fue como volver atrás en el tiempo, a mi época del colegio, las pinturas de colores y el uniforme. Pero sin pinturas. No creo que se me olvide nunca la ilusión que nos hacía a todas la tradicional reunión de padres de principio de curso. Todos los padres iban a la clase de sus hijas para que la tutora les soltase la típica charla sobre los objetivos, las excursiones previstas, alguna que otra norma y recomendación... Y esa tarde, antes de que todos llegasen, a nosotras nos tocaba engalanar la aula: llevábamos un trapito para limpiar nuestra mesa, ordenábamos todo lo que teníamos dentro del pupitre, colgábamos en las paredes nuestros mejores dibujos hechos especialmente para la ocasión y cada una daba rienda suelta a su creatividad haciendo un cartelito con su nombre (claro, para que la amatxu sepa en qué silla pasa su nena los días). A los padres les gustaría, pero seguro que no era nada en comparación con lo que significaba para nosotras. Luego, cuando llegaban a casa, mis padres sufrían un aluvión de preguntas: "¿Qué os ha dicho la profe? ¿A dónde nos llevarán de excursión? ¿Os ha gustado mi dibujo? ¿A que tengo todo muy ordenado? ¿Habéis hablado con la profe de mi?"
Y ayer, choporrocientos años más tarde, vuelvo a enfrentarme al ojo crítico familiar, pero como profesora en vez de como alumna. Este fin de semana se ha organizado "Nagusi" en la feria de muestras, pensado para las personas mayores. Ahí tienen varias actividades para que participen y pasen el rato: conferencias sobre temas de su interés particular, bailes, actuaciones, chocolatada, talleres... Y pueden encontrar información sobre residencias, asistencia sanitaria, seguros, transporte, bancos, nuevos aparatos de ayuda... La verdad, es que es una idea estupenda, a la que este año me ha tocado sumarme. He sido la encargada de llevar una de las exhibiciones: una clase de Pilates. Por lo menos, fue con uno de mis grupos, y no era una clase abierta (aunque vi a señoras siguiendo la clase en mitad de los pasillos).
Claro, que cuando te lo proponen y luego lo cuentas en casa, siempre surge el "¿Y no podemos ir a verte?" Hombre... pues si. Así que, además de mi pase, pedí que me consiguieran una invitación doble para mi madre y mi novio, y mi abuela, que le mandan otra todos los años, se vino con mi padre. Y con esas nos plantamos todos allí. Mis alumnas estaban encantadas de conocer a mi madre y mi abuela (se ve que los hombres desprenden alguna vibración extraña), y mi madre era feliz poniendo cara a los nombres que tanto suele escuchar. Pero yo estaba nerviosa... Sólo se trataba de dar una clase igual que siempre, vale. Pero con gente mirando, que podían dedicarse tranquilamente a juzgar mi trabajo. De hecho, incluso apareció mi jefa, y eso ya empezaba a parecerse a un examen. Por si no era suficiente, me colocaron un micrófono con petaca, al más puro estilo "Eva Nasarre".
Por lo menos parece que pasé la prueba sin problemas. Y eso que esta vez no había preparado ningún dibujo.

1 comentario:

Falete dijo...

''se ve que los hombres desprenden alguna vibración extraña''... hombre hija, en clase de Pilates yo al menos me contengo!! je, je, je!!
un besoteee